Escribo este post conmovido. Y me acompaña en esta narración, un Adagio maravilloso de Haydn (el Cello Concerto Nº1 C Major). Porque a veces, puedo ser muy sentimental y encuentro en la tristeza, una belleza que me revive y ayuda a poner en valor, lo que de verdad me importa.
Y te confieso que son pequeñas cosas. Puedo llorar cuando veo una rama quebrada en el árbol que está junto a mi casa, y al que saludo cada día. Es que… hablo con lo que casi nadie.
La tristeza fue durante años, el patio de recreo de una depresión que me atrapó. Aprendí entonces, en esa prisión oscura, a dialogar con todo lo que habita en el mundo. Tristeza y alegría, dos emociones tan sublimes…luces y sombras.
Ayer me acosté con este mensaje enviado por mi padre:
«Se ha muerto. (….). El maldito virus».
Y me entristecí y recordé unas palabras que ese amigo, me dijo un día, en su casa preciosa de Miami: «me pareces una persona muy sólida Ignacio»
Y yo me emocioné pensando en su mujer y con el recuerdo de esas palabras llenas de generosidad, que en su día me llenaron de serenidad y alegría. Nunca te lo dije.
«Muchas Gracias (…..) Descansa en paz».