Me he despertado pensando en la mirada del enfermo terminal de cáncer, cuando sabe que le queda poco de vida. Bien porque alguien se lo ha anunciado o porque ya ha intuido de manera natural, que su final está demasiado cerca.
Los que trabajáis acompañándoles en esta última fase, comprenderéis bien a lo que me refiero. Es una mirada que habla por sí sola.
La última mirada
Permite que te detengas en ella y puedas auscultarla (si te atreves), igual que ella lo hace con todo lo que aparece en su camino.
Esa mirada es tan elocuente, que impacta a cualquiera. Es auténtica, muy humana y camina con lentitud. Posa su descanso en todo lo que observa, como si quisiera acariciarlo por última vez y sentir el tacto de la vida, para tratar de apresarla más tiempo.
Es una mirada que dice adiós desde una soledad que ella solo conoce. Y es valiente porque ha conocido todo el miedo que cabe en el alma humana, que es el miedo a morir.
Cuando eres testigo de ella, te regala la oportunidad en exclusiva, de aprender a relativizar quejas e insatisfacciones mundanas y valorar lo más preciado que tenemos: la vida.
Encuentro al observarla, la pureza que hay en los buenos sentimientos y me recuerda, al despedimos, que algún día quizás yo también aprenderé a mirar así.
Descansa en paz Luisa ❤️