Existen algunos sentimientos tan especiales, que cuando me encuentro con ellos de nuevo, siento que los “reestreno” por primera vez. Y me doy cuenta que me saben a lo que siempre me han sabido, porque mantienen toda su esencia. Y me conmueven.
Son esos sentimientos inefables que me cuesta describir con palabras porque no encuentro las que puedan, si quiera, acercarse a la justicia que merecen.
Son esos sentimientos que a pesar de que voy cumpliendo años y me aproximo al pensamiento sutil de que me estoy haciendo viejo, permanecen inmutables y jubilosos en el tiempo detenido.
Son esos sentimientos que se sienten cuando confías la vista en el movimiento de las olas del mar, mientras se descabalgan sobre la orilla, sin inmutarse.
Son esos sentimientos que se abrazan cuando nos entregamos a la liturgia que supone descansar unos troncos de madera en una chimenea de piedra de casa de pueblo. Para seguido, prender un buen fuego con todo su calor y todas sus llamas.
La vida me apasiona por estas ceremonias sencillas y sublimes que alimentan mi espíritu, renuevan mi esperanza y me llenan de paz.
Disfruta del día