Todos presentíamos que aquella cena de Nochebuena iba a ser muy especial para nuestra familia. Cuatro meses antes, a mi madre Marisa le habían diagnosticado un cáncer irreversible que terminaría con su vida en poco tiempo.
Aquel 24 de diciembre de 2010, padres, hijos y familiares estábamos sentados a la mesa del comedor de casa. De fondo, el oratorio de Navidad de Bach, que como cada Nochebuena sonaba en la sala de la biblioteca. Lo recuerdo muy emocionado. De alguna manera, sabía que aquella cena en tan señalada fecha sería la última junto a nuestra querida madre.
Una cuestión de «Amor»