Nunca hubiera imaginado que el poder de combustión de un croissant fuera tan colosal. El comedor del hotel se inundó de humo. La alarma de incendios no saltó porque el cosmos no quiso. Mi mujer y los clientes tronchados de la risa. Yo alelado, hacía la estatua con las pinzas en mi mano, mientras el bollo carbonizado me miraba a los ojos. Camino de Miami, me equivoqué de salida en la autopista. En USA, cometer este error, es una fatalidad imperdonable. Conquisté Marte y regresé a la desviación correcta. Ya en casa, a mi torpeza inconsciente le pareció oportuno desparramar una cocacola por la encimera de la cocina. Y durante la cena, tiré el vaso de agua sobre mi «miso soup». Anteayer perdí en el mar mis gafas de sol graduadas. Total, que vivo sin vivir en mí…Mi hija mayor voló ayer al College, creo que de ahí vienen mis despistes.
Sin embargo, hoy estoy feliz. Me he encontrado con un post que me ha conmovido. Mariel Fahlstrom Zuik, habla con pasión de la felicidad de Diderot y de Mallorca. La misma felicidad e isla en la que declaré mi amor y pedí matrimonio a mi mujer. Hoy regresé al lugar en el que fui feliz, una noche de estrellas de hace 20 años. Gracias Mallorca.