Hola buenos días como estás bueno aquí estoy caminando por la vida un día más. Caminante no hay camino. Se hace camino al andar. Mira, hoy venía con muchas ganas de hablar contigo una reflexión que se viene haciendo yo creo que a lo largo de la historia y desde luego en todos los contextos. Y desde luego en las redes sociales. Que es con el derecho a decir que no o el aprender a saber decir que no. Creo que es un mal endémico de nuestra humanidad. Desafortunadamente casi todo el mundo, o la mayoría de las personas creo que lo siguen asociando esta negativa cuando se nos niega eso como que hubiera una vinculación o un rechazo a la persona que nosotros mismos somos. Y nada más lejos de la realidad. Sabes que el derecho a decir que no forma parte de uno de los derechos de lo que se dice o suelen llamar la asertividad.
Que es el derecho que tenemos todas las personas de saber transmitir lo que se piensa, lo que se quiere, lo que se siente sin herir ni incomodar a la otra persona. Entendiendo que la otra persona tiene el mismo derecho que yo. Que esto es muy importante. Y el derecho a decir que no. Siempre cuento un ejemplo que te puede servir de utilidad para empezar a entrenarse en esa capacidad de aprender a decir que no. Y aprender a aceptar que me digan que no también. Tanto en la entrega de ese juicio como en la recepción del juicio. Separando muy bien que una cosa es eso que tu dices o que me propones y otra cosa muy diferente es tu persona. O quien tu eres.
Yo suelo decir mucho lo de: mira no estoy de acuerdo con esto que dices. Que es muy diferente a decir no estoy de acuerdo contigo. Es un matiz. Puede parecer muy sutil, bueno más aviones. Bueno, la economía parece que despierta. Y digo que parece un matiz muy sutil, pero es indispensable hacerlo. Yo creo que forma parte del arte de ser asertivo o asertiva. A una hija mía, yo esto lo he contado en alguna ocasión, siempre le pasaba que cuando le negaba algo que me pedía, automáticamente yo percibía que lo asociaba a una negación de su propia persona. Y le tuve que explicar, siendo muy pequeñita, pero yo creo que lo entendió de maravilla. Tendré que preguntárselo a ver si eso le asentó, pero parece que si por cómo hoy en día se comporta.
Le expliqué y le dije. Mira hija, no, esto no tiene nada que ver con tu personalidad. Yo te quiero un 10. Yo siempre digo eso, yo te quiero un 10. No tiene que ver con el amor que yo te profeso a ti. Simplemente que en esto que me pides. O en esto que tu me propones, pues no estoy de acuerdo, no lo considero por esto, por esto o por lo otro, puedo estar equivocado, pero nada tiene que ver, yo insistía mucho en eso, con el afecto que yo te proceso a ti. Con el amor. Eso es otro tema no. Y con las personas adultas lo suelo hacer pues adaptando el discurso.
Pero trato de ser muy precavido a la hora de entregar mis “noes” que no suenen de una forma, que impacta de una manera, contundente e irreversible en el alma de una persona. Nada más lejos. Incluso a veces he recurrido a contar esta propia anécdota, para que la otra persona lo entienda. Y fíjate que es muy curioso, porque como lo que suele suceder es cuando tengo dificultad para decir que no, también tengo dificultad para aceptar que otro me diga que no. Ahí se produce un efecto maravilloso espejo, claro. Hay mucha coherencia respecto de eso. Cuando uno aprender a decir que no, uno va a entender y recibir y aceptar los juicios negativos o los juicios que tengan que ver con el no. De una manera absolutamente diferente.
Una vida nueva. Cuando uno aprender a trabajar el no. Bueno, nada más. Esta reflexión, seguramente muy manida, de la que se habla mucho, pero que yo creo que siempre escuchada nuevamente se encuentran perspectivas distintas. Luces distintas. Yo creo esto es lo que se llama el aprendizaje en espiral. No por escuchar algo que ya ha podido llegar en un momento de mi vida, no puede llegar en sentidos nuevos. Bueno nada más. Que tengas un buen día, y que sigamos viéndonos por aquí. Cuídate mucho. Chao!