A lo largo de mi vida, no sé a cuántas personas he podido fallar sin posibilidad de reparación, por hacer prevalecer mis necesidades egoístas. Ojalá que a ninguna 🙏
Si lo hice alguna vez, desde luego fue, sin ser consciente y sin mala intención.
Y aunque errores y torpezas he cometido y seguiré cometiendo, me gusta disculparme y reparar el daño causado, si ha lugar.
A mí me fallaron algunas personas. Pero a día de hoy, no las recuerdo con animadversión. Así que mi paz interior no deja espacio en el corazón para la esclavitud que supone el resentimiento.
Y pienso ahora que si se me pierde algo, desde cuando era niño, acuden mis plegarias y algunas monedas, al incondicional de San Antonio.
Siempre recupera el objeto en cuestión, que mi desmemoria o la de algún familiar ha extraviado.
¡Este Santo no te falla nunca!
¡Hoy han aparecido, por fin, nuestras distraídas llaves de casa! 😀
Y evoco también, que ayer hablaba con un amigo sobre fallos, fracasos y la importancia del trabajo y la perseverancia en la vida para lograr abrir las puertas que nos llevan sin atajos, hasta nuestras metas.
Y concluimos nuestra conversación con esta afirmación maravillosa que me regaló y comparto contigo:
“Ignacio, una golondrina sola no hace verano”
Disfruta del día.