Ayer por la mañana, antes de entrar en sesión con un coachee salí temprano al súper a comprar infusiones de té y manzanilla. Iba con mucha prisa y cuando llegué a la caja había delante de mí una mujer de edad indefinida y un carro apunto de reventar, de esos que te asustan cuando los ves porque están repletos de cosas. Le pregunté amablemente y buscando con mi mirada que se apiadara de mi urgencia -Buenos días ¿tiene usted mucha prisa…? Ella me miró con cierta desgana en su gesto, luego bajó la vista a mi casi vacío cestillo, pasaron unos segundos que me supieron a horas y me respondió sin mirarme a los ojos y dudando de sus propias palabras – bueno, un poco sí –
Honestamente me dio la impresión de que no tenía prisa alguna (pero no entro en eso, ella y el cosmos sabrán ?). Y de repente abrieron varios cajeros y pude pagar súper rápido -¡qué suerte tengo! – pensé. Así que pude llegar a tiempo a mi sesión y encima cuando abrí la puerta a mi cliente, al vernos, me regaló una botella de vino con motivo de la Navidad y yo a él un afectuoso abrazo y todo mi agradecimiento. ¡Qué detallazo! ¿verdad? ?