Dicen que cuando entraba en su peluquería de Bilbao de siempre, su barbero de toda la vida, le preguntaba:
¿Cómo quiere que le corte hoy Don ……
«Sin hablar», respondía enfurruñado el cliente vizcaíno.
Esta anécdota simpática, ha venido hoy a mis pensamientos porque las peluquerías han cobrado un protagonismo inesperado.
Quizás siempre han sido más importantes de lo que nosotros mismos pensábamos y ahora ¡por fin! ha llegado el merecido reconocimiento.
Si analizas retrospectivamente tu última visita a una de ellas, comprobarás que peluqueros y peluqueras son, en el fondo, «abnegados psicoterapeutas».
Por muy poco dinero, le ponen la cabeza bonita por fuera y por dentro, a cualquiera que se siente en su silla frente al espejo, para mirarse el aspecto y el alma «sufriente».
La confianza que se deposita en estos profesionales es máxima, porque aprendieron a escuchar con paciencia, las cuitas de todos, y sin rechistar; frenando en múltiples ocasiones las irrefrenables ganas de hundir las tijeras en el cuello de algún cliente insoportable ?
¡Nuestros dirigentes lo sabían! Han querido mantener abierto este servicio para calmar el estado de nervios, la ansiedad y alarma mundial que el coronavirus está provocando entre nosotros sus gobernados.
Un abrazo a todos.