El otro día le eché la ¨bronca¨ a la hija adolescente de unos buenos amigos. Acudieron a mí en mi condición de “coach-amigo”, cansados y desesperados sin saber qué hacer. Le cayó un ¨chorreo¨ que si lo hubiera recibido yo a su edad, me hubiera venido de perlas.
Es una chica extraordinaria e inteligente que simplemente mira a la vida con el despiste de su edad y abrigada por la bondad y amor de unos padres a los que les cuesta poner límites, enfrentar conversaciones incómodas y adentrarse en el desconocido mundo de la ¨casidepresión¨ adolescente.
Al final del encuentro pensé:¨¡menudo coach, de Éxito de caca estás hecho!¨. Sin embargo, reconozco que luego, después de los reconciliadores abrazos, me fui contento. Sentí que la conversación había sido útil.
Recuerdo que en un momento le espeté a la joven esa frase tan castiza como mágica que dice: ¨¡Ponte las pilas tía!¨. ¡Oye!, le cambió el gesto desganado cuando me la escuchó decir a bocajarro con absoluta convicción y aplomo. No se la esperaba. Le pilló por sorpresa. La abulia gris de sus ojos se transformó en brillo luminoso, ilusión y esperanza.
Ponte las pilas
A veces ponernos serios es mano de santo. Eso sí, jamás usar la violencia y siempre con amor y total respeto.
Disfruta del día – Ignacio