Trataba de conciliar anoche el sueño con este calor que hay en Madrid y pensaba en una anécdota que sucedió la semana pasada, cuando conducía por una carretera de California con mi familia.
Pregunté a mis cuatro chicas: «¿cual es mi mayor defecto?». Hubo unanimidad en la respuesta: «eres demasiado impaciente».
Y después quise saber «¿qué es lo que más valoráis de mí?».
La respuesta de mi mujer: «tu honestidad». La de mis hijas: «que eres MUY SENSIBLE papá».
Un niño muy sensible
Me emocioné al escuchar esta respuesta porque recuerdo que desde niño, todo me afectaba tanto que se me notaba demasiado en el gesto y mi querida madre reprochaba mi excesiva sensibilidad. Algo que yo durante muchos años, asocié a debilidad y a un gran defecto. «¡Qué niño más sentido!», solía decir a mi padre cuando yo me emocionaba por cualquier cosa (seguramente incomprensible para ella).
Es verdad. Era y sigo siendo un humano “delicado” que por mi naturaleza necesité durante años ser tratado con cuidado. Hoy, al rememorar esta sensibilidad de la que hablan mis hijas, llevo la mirada a las cicatrices de mi corazón y siento mucha ternura. Y me entran unas ganas enormes de abrazar a aquel niño que yo era.
Cuidad a vuestros hijos e hijas, los hay muy sensibles, pero pocos lo saben.
Disfruta del día.