Esperaba hace un rato al ascensor, envuelto en mis pensamientos y en el post «superdebusiness» que escribiría hoy (otro que no es éste).
Vecinos y Cotorras
A mi lado, una vecina de edad indefinida se escondía su edad avanzada y su amanecer temprano, en el fondo de unas gafas oscuras del tamaño del sol. Ella, rubia platino de bote pero guapa de inercia natural, le contaba al de mantenimiento del edificio, que su perrita de aguas (iba tan arreglada como la dueña) tenía «cataratas» y andaba «como loca» por la casa con su «collarcito rosa» puesto.
Vladimir (así se llama el hombre) le ha desvelado furtivamente pero orgulloso, que tiene dos periquitos y una cotorra que canta unas canciones «pressiosass» (es cubano). Mi vecina le ha devuelto que cuando vivía en Caracas, en una calle de su barrio, si caminabas por allí, se escuchaba desde una ventana: «Yo soy Loretta y soy una chismosa», al parecer, era otra cotorra. De pronto, el ascensor ha interrumpido el momentum, abriendo sus puertas sin avisar.
-¿A qué piso va?- he preguntado a mi co-protagonista de hoy.
– Al 10°.
Grassiass – me ha sonreído.
La vida es Maravillosa
Disculpad esta licencia catártica que os comparto hoy. No la he podido evitar. Por momentos así, la vida me merece la pena.
La vida hoy es maravillosa.