Hablaba con un amigo, que en algunas corporaciones empresariales españolas (los partidos políticos y sindicatos requieren post aparte), está a la orden del día encontrarse en puestos de trabajo relevantes, con directivos tan mediocres y envidiosos, que su mayor talento suele descansar en invertir parte del tiempo en hacer política y en saberse rodear de equipos más mediocres que ellos mismos; para mantener a salvo su ego y su posición, con el único objetivo de perpetuarse en el cargo hasta la prejubilación.
Desafortunadamente, el acceso a determinados puestos directivos tiene más que ver con el amiguismo que con la cultura del esfuerzo y el mérito (que es la que impera en USA) En España, el desánimo y la decepción de quienes contemplan a diario como se premia la mediocridad es tan grande, que provoca la salida de los trabajadores más valiosos y valientes, y la resignación de quienes optan por permanecer en el puesto sin brillar demasiado; no vaya a ser que algún superior envidioso, note la sombra del talento ajeno y ¨me ponga de patitas en la calle¨.
Destacar en algo bueno en nuestro país, sigue siendo en demasiadas ocasiones fuente de recelo y de envidia. Es verdad, «si no fuera por la envidia, España sería un país envidiable».