Aquí estoy, en mi paseo matutino. Un día más, caminando por la vida. Hoy quería hablarte de la importancia de darse permiso para parar, para pararse en la vida. Hoy que es víspera de día de descanso, te comparto esta reflexión breve, entre el crepitar de las piedras que en el camino pisan mis pasos.
Es importante. Ayer, lo hablaba con una amiga. Le decía que, a lo largo de mi vida, me han dicho que soy bastante hiperactivo. Siempre haciendo cosas, … Quizás tenga que ver con que yo desde que era niño, en mi casa, no sé por qué razón, pero el hecho de que estuviéramos parados sin hacer nada no estaba bien visto.
Mis padres, con toda su buena voluntad, en cuanto te veían parado a cualquiera de mis hermanos o a mí mismo, te decían: “Oye venga, venga, ¿Qué están haciendo? Nada. ¿Cómo que nada? Venga, hay que hacer algo. Lo que sea Vete a jugar a fútbol, a hacer deporte, a estudiar, a leer, … pero no se podía estar sin hacer nada.”
Date permiso para parar
Creo que eso es algo que a mí me persiguió durante muchos años. Diría que casi me ha perseguido hasta hace bien poco. Ayer, me decía esta buena amiga qué importante es darse permiso para parar. Para parar y simplemente igual no hacer nada. Estar. Estar ahí y fluir con la propia vida. Es un gran descanso. Te das cuenta que tampoco pasa nada. Que no siempre es necesario estar en plena acción. Pararse va muy bien.
Sin más quería compartir esta pequeña anécdota de mi vida por si te resulta de algún interés. Cuídate mucho. Chao.