Ayer llevaba a mi hija pequeña al cole por la mañana como cada día. Íbamos los dos solemnes, respetando nuestras ganas de estar en silencio. Y a medio camino giró su carita, me miró y preguntó:
“Papá ¿qué tal fue tu trabajo ayer?”
La noche anterior yo había llegado tarde a casa de un taller que dirigía. Y como siempre hago, entré a su cuarto a darle un beso mientras dormía. Mi padre hacía lo mismo con mis hermanos y conmigo (yo a veces me hacía el dormido para escuchar las cosas bonitas que nos decía).
“No sabes cariño la ilusión que me hace que hagas esa pregunta” le dije a mi hija.
“Fue todo de maravilla. Estoy muy contento” añadí.
Aprender a empatizar
El fin de semana pasado estuvimos precisamente, hablando con nuestras hijas de la importancia de aprender a empatizar e interesarnos por los demás.
Llegué a casa y se lo conté a mi mujer que estaba terminando de desayunar. Me miró con la taza de café en la mano y me dijo sin extrañarse demasiado: “¡qué bien!, eso es que aprende”. Disfruta del día.