¿Cuántas veces hemos escuchado esta sandez? ¿Acaso tenemos que llegar a casa llorados del trabajo? ¿Y si quedamos con amigos?¿También vamos llorados? así ad infinitum.
¡Es increíble que todavía hoy día, muchas empresas estén lideradas por humanos que gobiernan su intelecto, (desde que suena el despertador hasta que se acuestan) dándolo todo por batir el record mundial de incompetencia racional y emocional!
Lo peor es que cuando sueltan estas perlas, se creen más listos que nadie. Se sienten revestidos de una suerte de poder divino que les da derecho a vomitar por la boca aberraciones que suenan a verdad ancestral, cuando son sólo mentiras heredadas sin fundamento, perpetradas por su cobardía, miedo, inseguridad e insensatez.
Son personas aferradas a principios y formas de vivir de épocas remotas, al «ordeno y mando» y llorar es cosa de «débiles», «chicas» y «maricas». Machotes que normalmente dan la espalda al aprendizaje y a la validación de los sentimientos propios y ajenos. No aceptan que la empresa (ni el mundo) debiera ser una forma de Familia comprometida con la emocionalidad (parte indubitable de la naturaleza humana).
Si lo comprendiéramos, todos seríamos Hijos, Amigos, Compañeros de trabajo más Libres, Auténticos y Felices.