Perdido con mi mujer en una playa paradisíaca, casi vacía de humanos, se levanta inesperadamente una ráfaga de viento y salto de la precariedad de mi silla playera para recolocar una de las dos sombrillas cutres que acabamos de comprar en nuestro camino al Edén, en una gasolinera.
¡Que por cierto!, ha sido como dar con un oasis en un desierto ?
Hasta sandía fría cortada ya en taquitos, hemos encontrado en ese vergel de carretera.
Decía, que en un intento de mejorar la orientación de una de las sombrillas, he estado apunto de hacer naufragar nuestro particular “ranchito playero”. ?
Mientras luchaba con las varillas y el Dios Eolo, por retornar el quitasol a su forma original, escucho la voz de mi mujer que dice con la ironía ganada con la convivencia de los años:
“Definitivamente tú…, barco no podrías tener”?
Por la noche, pretendimos ir a cenar a un restaurante con glamour. La cocina estaba cerrada, así que ya en tiempo de descuento, dimos con una terracita sencilla y muy agradable que nos arregló la frustración.
Había dos músicos geniales que alegraron nuestra velada con música amable de los 70 y 80.
No hay como fluir y abrazar agradecidos lo que la vida nos propone por su camino.
¡Qué día más bonito pasamos ayer!
Disfruta del día