Le decía a mi mujer, en nuestro camino de regreso a casa, que en muchas ocasiones, la tristeza suele disfrazarse de enfado.
Algunas personas que están enfadadas de manera incomprensible con la vida, es porque han sido sometidas a algún tipo de violencia verbal o física a lo largo de su existencia.
Cuidado con la agresión verbal que puede ser la más dañina y peligrosa. Y no hace falta haber recibido gritos, para sentirse humillado.
Las consignas educativas paternas o maternas desafortunadas, pueden hacer germinar en los hijos, un sentimiento de culpa e inseguridad incalculables.
Repararse, es el precio que pagarán por haber sido chantajeados con el amor.
Y de esta forma de agresión, suelen derivarse efectos especialmente perniciosos cuando se trata de víctimas inteligentes y sensibles.
Basta con que alguien querido y respetado vaya mancillando nuestra dignidad, poco a poco.
No hay antídotos mágicos para resolver este sufrimiento, más allá de aprender a liberarse de la ira instalada en el interior del corazón.
Aprender a perdonar y a quererse, suele ir bien para que ese espacio pueda ser invadido por la PAZ.
Si eres una víctima, te propongo para empezar, que busques un lugar tranquilo y grites con todas tus fuerzas tu dolor.
Disfruta del día