Hay momentos en la vida que son cruciales porque marcan un antes y un después en nuestro desarrollo profesional o vital.
Yo tenía 15 años y hablando con mi padre me dice:
«Con tu edad, me di cuenta de que cuando fuera una persona adulta, quería vivir al menos tan bien, a como vivía en casa de mis padres»
Me quedé en silencio valorando lo escuchado y me entró un sentido de la responsabilidad por el cuerpo, que no olvidaré.
Aquella frase de mi padre, me impactó. Por esa época, el ranking de mis prioridades lo lideraban las ganas de juerga y diversión.
Sobrevolaron mis pensamientos sobre -¿cómo vivía yo en casa de mis padres?- y la conclusión fue clarividente:
Tomé conciencia de lo confortable y privilegiada que era mi vida en lo material y emocional.
También comprendí que tendría que esforzarme mucho para alcanzar el nivel de vida (en sentido amplio) que tenía en casa de mis padres.
A lo largo de mi vida he podido estar distraído en algunos momentos, sin embargo, creo que nunca he olvidado aquel regalo de mi padre, en un momento tan crucial como es la adolescencia.
Miro atrás y puedo decir que al menos, vivo tan bien como vivía en casa de mis padres. No ha sido nada fácil.
Gracias Antonio Zabálburu por inspirarme