Mi mujer siempre dice que cocina mal. Yo le replico que eso no es cierto. Ella sin embargo, se lo repite obstinadamente cada vez que se lanza a preparar un plato.
Repite ese mantra para no decepcionarse, a sí misma ni a los demás, si su plato se malogra.
Pregunta y repregunta .“¿cómo me ha quedado? ¿ está bueno? …
Hay una tierna búsqueda de aprobación culinaria en esas dudas y preguntas dulces.
Que conste que es una mujer sólida y segura de sí misma, como a pocas personas he conocido. Sin embargo, frente a los fogones, los nervios y la incertidumbre se apoderan de su serenidad y templanza.
Con todo, cocina unos platos espectaculares. Siempre le digo que no hay peor obstáculo para el aprendizaje, que los mensajes autodestructivos que nos lanzamos indiscriminadamente y sin compasión, contra nosotros mismos.
Entonces ella, sin soltar la cuchara de madera, me lanza esa mirada con la que rememora lo que me dijo hace años: “te recuerdo que eres mi marido, no eres mi coach” 😂
Bueno, pues hoy mi masterchef preferida ha preparado una ensaladilla rusa espectacular.
Lo mejor, la carita 😃. Y evoco aquella frase: “A veces tu alegría puede ser la fuente de tu sonrisa, pero a veces tu sonrisa puede ser la fuente de tu alegría”, Thich Nhat Hanh