Llevo meses pensando en lo importante que resulta en mi vida, ser capaz de sentirme agradecido con lo que tengo. Con las cosas ¿sencillas? de la vida.
Al menos lo son, para quien como yo, vive en este «primer mundo»: una cama en la que descansar cada noche, comida, un techo, ropa limpia, ducha, personas que me quieren y a las que quiero… y podría seguir y no terminar nunca.
Cuando a veces me sobreviene a la mente alguna preocupación, la disecciono y analizo con toda la racionalidad de la que soy capaz.
Entonces concluyo que no es para tanto y que la mente, a veces, ve fantasmas donde no los hay.
Me ayuda mucho a ponerme en mi sitio, reflexionar sobre todo lo bueno que, objetivamente, hay en mi vida. Y cuando lo hago, me siento profundamente agradecido porque lo que encuentro, es bueno.
Es cierto que hay algún motivo de preocupación, debido a la enfermedad de algún ser querido. Y sin embargo, hasta en esta adversidad aparente, encuentro aprendizajes que me permiten transformar lo negativo, en algo positivo.
Pienso ahora en mi madre cuando tocaba la guitarra y cantaba en casa. Una de los temas que más me gustaba escucharle era “Gracias a la vida que me ha dado tanto”, de Violeta Parra.
Gracias por leerme ?