¡Hola! ¿Cómo estás? Hoy estoy en paseo vespertino, he venido a un sitio diferente, cerca de mi casa, que es muy bonito.
Hoy venía pensando en los errores, sobre todo en los errores profesionales. Cuando cometemos errores profesionales, la pregunta que me venía es ¿cómo fue tu primer error profesional? Puede ser que alguno o alguna no lo haya cometido nunca porque su grado de perfección es monumental, seguro que alguno está pensando en más de un compañero o compañera, del trabajo, ¿verdad?
Pero bueno, yo pensaba en el mío y tuve la suerte de tener un jefe de lo más comprensivo, en este caso no jefe, cliente, de lo más comprensivo y fue fenomenal porque no tuve ningún inconveniente en reconocer el error, porque a mi juicio además era evidente que me había equivocado, y tuve la suerte de tener mucha comprensión y de poder rectificar el error y de aprender de ello, nada más, tampoco hubo unas consecuencias dramáticas, casi si el resultado de mi error hubiera sido muy drástico o de unas consecuencias irreparables igual lo hubiera vivido de otra manera, pero os cuento.
Hoy ha pasado una anécdota, hablando también con una persona, con un amigo. Un proveedor se había confundido flagrantemente en un tema, además informático, y eso se da mucho en los errores informáticos yo creo. Yo conocía a alguien que cuando había un problema informático decía que había sido un fallo esporádico, como que era algo que venía de ciencia infusa. Claro, yo me reía. Pero bueno, este amigo me decía que había este fallo, se lo había reclamado al proveedor y lejos de reconocer, digo reclamar educadamente, pero lejos de reconocerlo el proveedor estaba echando como balones fuera y como que no era causa de su sistema o de ellos. Al final, como digo yo, fuegos de artificio para despistar. Claro, esta persona con la que hablaba es una persona muy inteligente, con mucha experiencia, y había hecho unos pantallazos y tenía perfectamente recogido el motivo del error. Entonces se lo ha mostrado a estas personas y claro, los otros se han quedado sin saber qué decir. Y han quedado fatal, en definitiva, el proveedor. Lo que decíamos es que es una pena porque cuando esto sucede, lo único que denota es una inmadurez profesional por parte de, en este caso el proveedor, no hay como aprender a reconocer los errores, los fallos que tenemos y eso es un síntoma a mi juicio de madurez, forma parte del juego del trabajo, de la relación entre cliente y proveedor, es un síntoma sin duda de madurez.
Me ha encantado sin duda esa expresión, que además la ha traído él, pero que yo siempre lo he sentido así. Insisto, como decía al principio, desde la suerte que tuve en mis primeros inicios profesionales de tener un cliente muy comprensivo y que entendí, y cuando me he vuelto a equivocar en mi vida, no he tenido ningún inconveniente en reconocerlo, que me he equivocado, muchísimas veces, y me seguiré equivocando, creo que ha sido uno de los mayores aprendizajes que he tenido en mi vida, el entender que no somos perfectos, que somos infinitamente ignorantes y que los errores se cometen. Hay que tratar de hacer todo lo posible porque no suceda, porque también es verdad que hay mucha gente, muchos clientes, proveedores perdona, que vienen muchos mosquitos, se equivocan muchísimo y entonces lo que hay que hacer ya es cambiar. De cliente y de proveedor. Bueno, que tengas un gran día. Chao.
Mira, estaba viendo aquí, antes teníamos un cartel que he visto, fíjate, esta es una zona que hay cocodrilos, esto en España tiene su cosa, porque no tenemos cocodrilos, pero mira aquí, ¿veis? Esto es muy habitual aquí en Florida. Bueno, espero no cometer ningún error, a ver si me voy a caer por aquí en algún manglar o alguna cosa y no voy a llegar casa. Bueno, que tengas un gran día. Chao. Cuídate. Y nada, a cometer pocos errores. Cuídate. Chao.