Este gesto me viene ayudando a lo largo de los años a relativizar mis expectativas y sentirme conciliado con la vida que tengo.
Siempre digo a mi mujer e hijas que si de bajar escalones se tratara, en un momento dado, puedo bajar muchísimos, sin perder la compostura.
Las “cosas” materiales me importan poco. Creo que es porque en los últimos años he aprendido a ser compañero de mi mismo. Así que nunca me siento solo, me caigo relativamente bien y me siento bien con este compañero de viaje que en otros momentos no soportaba.
Pasear cada día en soledad, me hace sentir muy alegre y en paz.
Creo que hacer las paces con uno mismo puede ser un propósito vital bien interesante, con la posibilidad de encontrar multitud de aprendizajes valiosos por el camino.
Evoco ahora que, tengo una hija muy silenciosa y muy inteligente, a la que ayer le dije, mientras caminaba junto a ella y le abrazaba por el hombro: “ya veo hija que sigues guardando silencio mientras construyes la solidez de tu mundo interior”.
Entonces giró su carita, me miró y regaló una sonrisa preciosa, vacía de palabras pero llena de complicidad.
Disfruta del día