He leído el artículo completo de Rodrigo Terrasa, y me ha resultado afortunado en lo general, además de muy interesante.
Comparto la reflexión que el filósofo Alain Deneault denuncia sobre el tema. Muy especialmente cuando dice:
«Los mediocres se organizarán para adularse unos a otros, se asegurarán de devolverse los favores e irán cimentando el poder de un clan que irá creciendo atrayendo a sus semejantes», y añade. «Es un círculo vicioso».
Sin embargo, he de confesar que el sandwich mixto me apasiona y soy su ferviente defensor. Igual que de la viuda tortilla francesa. Ambos han salvado mi vida en multitud de viajes por hoteles inmundos del mundo. Y qué decir de esas cenas rápidas en las noches de saudade dominical… ummm
El sandwich es, junto con la tristeza que siempre lleva la tortilla francesa, algo que transporta mi alma a sentimientos de infancia. Donde todo era alegría, felicidad, ataraxia, y ausencia de expectativas futuras que pudieran desarmonizar la inocencia de mi espíritu.
Mi estómago sabe que un sandwich mixto nunca falla. Siempre le sienta bien. Igual le sucede con la tortilla francesa. Ambos son inofensivos y por tanto muy bienvenidos.