Esta mañana cuando aún estaba en la cama, mis pensamientos han sobrevolado a aquellos tiempos de mi vida con ella. El viaje, me ha resultado conmovedor.
Muchos inolvidables recuerdos, anécdotas entrañables y momentos que permanecerán para siempre en mi corazón.
Cuando a mi madre no le quedaba mucha vida, me tumbé a su lado en la cama. Estábamos así los dos, con la vista puesta en el techo de la habitación, y se hizo el silencio. Entonces le pregunté si tenía miedo a morir. Ella pensó unos segundos y dijo con serenidad:
Miedo no hijo, respeto.
Esta respuesta relampaguea en mi mente con insistencia, desde entonces. Y trato de comprender su significado.
De momento, he entendido que para poder respetar a la muerte, hay que haber aprendido a vivir sin miedo y respetando la vida.
Dicen que los enfermos mueren como han vivido. Mi madre vivió en el respeto y agradecimiento a la vida. Ella decía que “amaba la vida” porque “soy fan de la vida”.
Y me veo ahora de niño, escondido tras la puerta del salón, para no interrumpir un instante mágico: mi mamá tocando la guitarrra en el salón de casa y cantando emocionada aquella canción…
«Gracias a la vida, que me ha dado tanto…»
Te quiero.