Siempre me ha gustado la montaña porque me parece que además de ser un nutritivo alimento para el cuerpo, la mente y el alma, constituye una buena analogía de lo que es la vida misma.
No todos saben que en el silencio que uno encuentra en la naturaleza, por momentos, puede lograr acariciar el alma propia, consolarla e incluso repararla.
Por eso hay quienes sin pudor alguno y con toda la ignorancia humana, cometen el sacrilegio de ir escuchando en su caminar, urbano “reggaetón” 🙈
Desconocíamos el camino y sin embargo lo emprendimos con toda la ilusión y los justos temores.
Nos perdimos unos kilómetros pero conseguimos retroceder sobre nuestros pasos y elegir la ruta correcta.
En algún momento, llovió torrencialmente y nos protegimos con chubasqueros porque en la montaña como en la vida, siempre hay que llevar uno en la mochila.
Nos sorprendimos en nuestro camino porque llegamos a ríos preciosos que pudimos cruzar gracias a unos troncos de madera que alguien había puesto para unir las dos orillas. Siempre hay buenas personas que piensan en los demás.
Vimos una serpiente y hablé a mis hijas de la sabiduría, de Nietzsche, su Zarathustra y sus paseos inspiradores por la montaña. Aunque creo que no me hicieron ni caso, cuando traté de llenarles de espíritu con mis anécdotas 😂
Encontramos en nuestra ruta, refugios y más montañeros como nosotros. Algunos subían poco preparados. Es lo que tiene la falta de experiencia y subestimar a la madre naturaleza.
Alcanzamos la cima y descansamos. Al rato, regresamos con cautela. En los descensos de las alturas, hay que estar muy atento. El cansancio y exceso de confianza, a menudo nos hacen cometer errores y luego vienen los accidentes.
Ya en casa, por la noche, hablamos de lo vivido y de la vida… De pronto, alguien trajo un bonito poema: “Queda prohibido” de Alfredo Cuervo Barrero y no Neruda, como algunos piensan.
Y lo leímos y lo disfrutamos juntos.
Pasa un gran día